ESTACIÓN DE PENITENCIA

D. Antonio Guillén Rodríguez

Jefe de Protocolo de la Delegación del Gobierno de España en Andalucía

"El protocolo debe ser entendido como un instrumento al servicio de la sociedad, encaminado a definir la presidencia, la precedencia, la simbología... cuidando de manera certera, el mensaje no verbal que esas ceremonias deben transmitir"

Hermandad del Santo Entierro: Evocación de un recuerdo

«Como médanos de oro, que vienen y que vanen el mar de la luz, son los recuerdos...»

Juan Ramón Jiménez

Ante la amable petición de la Real Hermandad Sacramental del Santo Entierro de compartir unas líneas sobre la vinculación de este funcionario con la corporación y la Semana Santa; a priori, estarían justificadas unas notas sobre la actuación secular del Gobierno de la nación en la Semana Mayor hispalense. Así, desde la creación de la circunscripción provincial por Javier de Burgos en 1833 como división político-administrativa, se podría analizar la participación de las autoridades del estado en los oficios catedralicios y entrega de la llave del sagrario al titular de la competencia gubernativa; la denominada 'Ronda' del Jueves Santo; las diversas denominaciones y competencias de las autoridades vinculadas al Gobierno estatal y su evolución posterior; la modificación de tradiciones o ceremonias, fruto de aquella primera reforma litúrgica de 1956, por la que la procesión del Santo Entierro se traslada a la nueva jornada de Sábado Santo y de manera más reciente, la participación en los homenajes a las hermandades que en su estación de penitencia discurren ante la sede del Gobierno de España en Andalucía y reseñar especialmente, la histórica visita a ésta de Su Majestad el Rey, el Lunes Santo de 2015 para presenciar desde un balcón de la plaza de España la Hermandad de Santa Genoveva. Todo ello, quizás, objeto de un trabajo más prolijo que con buen apéndice bibliográfico y cuidado soporte gráfico y documental, resultaría de interés como artículo venidero. 

Reorientado en el ofrecimiento que se me realiza y motivado sobre la base de las referencias personales y profesionales, asiento estas líneas en el recuerdo. Concretamente, el de la niñez, en la espléndida biblioteca que poseía mi abuelo, cuando llega a mis manos un ejemplar de Las Cofradías de Sevilla en cromolitografía, una serie de dibujos obra del ilustrador Grima, editadas por Márquez y Echeandía que reproducían los 'pasos' de las hermandades que procesionaban en nuestra ciudad durante la década de los años ochenta del siglo XIX. Entre ellas, me detenía en las escenas que representaban misterios y curiosamente, siempre en las relativas al Santo Entierro.

Sin saber el motivo, la mirada de aquel niño más tarde adolescente, sentía debilidad al observar personas y figuras que de manera secundaria aparecían en cada una de las cromo-litografías: servidores de librea; dignidades eclesiásticas; asistentes con enseres litúrgicos y preseas de la Pasión; figuras de caballeros distinguidos, ataviados con las levitas de antaño o uniformes de gala de sus corporaciones nobiliarias. En definitiva, y sin entenderlo, estaba visualizando la teoría del ceremonial. El protocolo debe ser entendido como un instrumento al servicio de la sociedad, encaminado a definir la presidencia, la precedencia, la simbología... cuidando de manera certera, el mensaje no verbal que esas ceremonias deben transmitir.

Sirvió, por tanto, de llave maestra aquella edición bibliográfica familiar que permitió abrir en mi interior, la curiosidad por revisar otras obras similares como La Ilustración Española y Americana, con dibujos del reconocido Comba. En uno de ellos, encontré un dosel a modo de baldaquino con la reina Isabel II, presenciando el discurrir de la Hermandad del Santo Entierro en la plaza de San Francisco junto al futuro rey Alfonso XII, primer monarca en la historia que preside el cortejo procesional. Con el tiempo, descubrí claramente que mi vocación empezó a gestarse, imbuida por los aromas que desprendían las ediciones de mi abuelo, sobre el pilar del recuerdo, hermosa palabra procedente de la voz latina corcordis, que significa corazón; es decir, lo que se tamiza a través del corazón, se convierte en el mejor recuerdo.

Pasan los años, y con la formación universitaria, se forja una imperecedera amistad con diferentes hermanos del Santo Entierro, algunos de ellos oficiales de Junta en su momento, con los que tuve la fortuna de compartir vivencias, sin duda, enriquecedoras y nunca antes experimentadas por mí. Sirva como ejemplo el acontecimiento celebrado en 1992, año que vivimos de manera apresurada, el primer Santo Entierro Magno para los de mi generación de los setenta, que para aquel adolescente se convertía en un hecho insólito y estimulante en ese universo cofrade sin procesiones extraordinarias constantes, sin DVDs coleccionables, sin teléfono móvil y por consiguiente, sin selfies... y sin redes sociales. Bastante más auténtico y templado... En lo efímero, estaba la verdad de la conmemoración. 

En la vertiente profesional, a través de otro insigne hermano del Santo Entierro, mi maestro, mentor y buen amigo Mauricio Domínguez y Domínguez-Adame (q.e.p.d.), de sus trabajos, de mi acompañamiento algunos Sábados Santos al atrio de San Antonio Abad o el obsequio, por su parte, de muchas publicaciones que tenían como contenido la historia de la Hermandad. Recuerdo con cariño los famosos 'Manifiestos' en ediciones facsímiles del siglo XVIII y XIX junto a otras de participación municipal, pasando por oficios con la ordenación de cortejos de finales del siglo XIX y otros de las décadas de 1960 y 1970 -manuscritos por él- que tuvo a bien entregarme y que conservo como reliquias vivas de su legado ceremonial.

Mencionaba más arriba la precedencia, es decir, el criterio de ordenación de personas y objetos en un tiempo y en un espacio; la norma que sistematiza la jerarquía por razones del cargo o categoría, de las autoridades o personalidades que acuden a un determinado acto o ceremonia. Objeto de controversia de cara a la sociedad pero necesaria para un orden justo, retórico, estético y de consenso. Qué mejor paradigma práctico que el cortejo del Santo Entierro, para avalar las precedencias normativas y aquéllas otras, que por costumbre como fuente del derecho, cobran valor legal. 

Asimismo, quedaría incompleto este homenaje al recuerdo, si no citara el inmenso honor recibido al participar algunos años en el cortejo como miembro de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén y en mi cometido actual como presidente de la Sección Sur de esta Orden de derecho pontificio, poder comisionar a otros miembros de la misma para que año a año, sigan representando a esta Corporación que tiene la loable y privilegiada finalidad del sostenimiento espiritual y material de Tierra Santa. En referencia al orden protocolario del cortejo, aprovecho la oportunidad para destacar la acertada precedencia y trato dispensado a la Orden por la Hermandad del Santo Entierro. Quizás, se haga necesario que otras instituciones de la ciudad otorguen el lugar que la Hermandad con celo y firmeza ofrece a las dos únicas Órdenes reconocidas por la Santa Sede, conforme al comunicado de la Secretaría de Estado del Vaticano de fecha 16 de octubre de 2012, en el que solamente tutela a la Soberana Orden de Malta -también conocida como Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta- y a la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Mi agradecimiento a la Real Hermandad Sacramental del Santo Entierro y como no, a los compañeros responsables de protocolo en las instituciones de la Ciudad: Ayuntamiento de Sevilla; Cuartel General de la Fuerza Terrestre; Diputación Provincial; Subdelegación del Gobierno y Cabildo Catedral, que continúan manteniendo la encomiable labor de auxiliar ala Hermandad con su profesionalidad en la organización de este complejo ceremonial y que personifico, con el debido respeto y consideración hacia todos, en mi admirado Mauricio, cuyos frutos y legado en la organización del cortejo durante tantos años, siguen aún vigentes.

Y del mismo modo, la ceremonia de despedida del 'convite' en el interior de la catedral -impulsor y artífice- por parte de las autoridades y corporaciones al representante de Su Majestad el Rey (q.D.g.), teniente general jefe de la Fuerza Terrestre y al Prelado que confiamos recupere la pulcra ejecución de su pasado más reciente.

Por último, tomando prestado el verso del poeta "...del hombre al niño que fui..." miro hacia atrás y me releo, a mí mismo, ojeando el minucioso trabajo del ilustrador Grima... Providencialmente, con el paso del tiempo ya adulto, alguien muy querido me regala inesperadamente la añorada obra, reeditada en el año 2000, que incluía un facsímil plegado en formato panorámico con el portentoso cortejo del Santo Entierro de Sevilla... Hoy, ocupa lugar de honor, en una de las estancias de mi casa para siempre.