ESTACIÓN DE PENITENCIA

D.Julio García-Agulló Montero

Protocolo de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Occidental en Sevilla

"Caras iluminadas, ilusionadas o extasiadas miran los cortejos procesionales, los enseres y los pasos. El policía solo está pendiente del discurrir de la cofradía. Ve lo mismo que todos aunque no lo puede mirar"

Momentos singulares que nos da la vida


Queridos hermanos del Santo Entierro, hay momentos singulares que nos da la vida en los que uno se encuentra ajeno, extraño o no merecedor de lo que le toca hacer, participar o compartir, pero por confortables circunstancias se ve incapacitado para rehuir el envite. Y es precisamente lo que me ha pasado.

Cuando Valeriano Amaya, vuestro diputado mayor de gobierno, me alinea entre aquellos que desarrollan magistralmente las tareas y el ejercicio protocolario en nuestra ciudad, no sé si se encontraba en un episodio de osadía o el inconsciente osado era yo por aceptar tal encomienda. Probablemente, muy probablemente, me contagié de su ímpetu. 

Y aquí estoy, enfrentado a una hoja blanca de mi procesador de texto, en un acto de constricción, del que solo parece eximir la ilusión de imberbe alumno que mira y admira a aquellos del oficio a los que tengo el honor de acompañar, a los que abrumo en más de una ocasión con mis preguntas, mis dudas, y mis inecuaciones protocolarias. No en vano soy resultado de una extraña mezcla de claretiana formación bachiller de ciencias puras, y que por avatares de la vida, se introdujo en una profesión, la de policía, egresado en esa nueva por lo hispano disciplina de la criminología, de honda base jurídica a la que la lógica científica aporta cimiento.

No puedo ni quiero disertar sobre el protocolo que rige en una institución como vuestra Hermandad. No tengo base para ello; menos aún experiencia. Solo puedo atreverme a ocupar y entretener vuestro tiempo desde quien hace ahora justo un año, finalizando ya mi formación práctica como Inspector de la Policía Nacional tras dos duros años académicos en la Escuela Nacional de Policía de Ávila, recibe una llamada del mando policial que le ofrece hacerse cargo del servicio de protocolo de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Occidental en Sevilla. Otra osadía. Que también acepté.

Inmediatamente empecé a leer todo lo que me encontraba en el mundo analógico y digital sobre protocolo. Presidencias, precedencias y ordenaciones empezaron a dibujarse en papeles que resolvían situaciones imposibles en eventos imaginarios. Qué pena no haber conservado ninguno de aquellos galimatías.

Llegó el ansiado día de la jura de cargo como inspector. El cuello se me salía del uniforme de gala en formación intentando discretamente ver todas las evoluciones y transiciones protocolarias que sucedían en el acto. Incorporación de la Bandera, llegada de la autoridad que preside, bastón de mando, rendición de honores, pase de revista, entrega de nombramientos, discurso, homenaje a los caídos, himno de la Policía Nacional. En veinticinco años de servicio había participado ya en otros actos similares en mi vida profesional, pero todo adquiría una nueva dimensión. Había un nuevo orden, una nueva lógica, una nueva entidad y una renovada identidad.

Se inicia el nuevo curso profesional. Comparto el cometido que aquí me trae con la de jefe de prensa. Los primeros días son abrumadores. La prensa es un ente que requiere atención inmediata. No espera. No admite retardos. Muchos de sus profesionales se me presentan con celeridad. Todo son prisas. No hay sosiego. 

Protocolo también es mi responsabilidad. El tempo es otro. Constancia y calma. Crono y espacios medidos. Agenda de autoridades, invitaciones, nota de protocolo, secuencia y mesa presidencial. Vete preparándote, me dicen. Todo el mundo me desea suerte: los Santos Ángeles Custodios están cerca. Dios mío. Si es marzo, y octubre me parece lejos aún en el calendario.

Qué extraña tarea policial ésta. No hay atestados, no hay detenidos, ni lectura de derechos. Mucho menos una reseña dactilar. No aplico técnicas de investigación. Ni activo instrumentos de cooperación policial internacional. Primera Misión. Primer Gran Evento. Semana Santa. En la Escuela de Ávila esto no lo enseñan.

Hace años que no participo en el dispositivo. Experiencias operativas riquísimas. Y de vida. Es una ciudad, un pueblo en la calle con mismo objetivo y seguro diferentes motivaciones, pero responden por igual a la indicación del policía. Un poco para atrás, por favor. Propios y visitantes colaboran sin distinción. Muchedumbres de caras iluminadas, ilusionadas o extasiadas miran los cortejos procesionales, los enseres y los pasos. El policía solo está pendiente del discurrir de la cofradía. Ve lo mismo que todos aunque no lo puede mirar.

Pero ahora la tarea es otra. Tres hermandades, tres, llaman a la puerta de la Jefatura Superior. El protocolo empieza. Martes, Miércoles y Sábado Santos requieren de mi atención. El corazón de esa triada de días me pellizca, me ausenta de una cita antes nazarena y costalera con un Burgalés, al que ya en los últimos tiempos solo le acompaño fuera de cortejo en personal escolta por Francos, Alcaicería y hasta San Pedro. Ahora llueve y ahí guarda refugio. Otro año será. 

Recibo una visita en la Jefatura Superior que me anuncia y me ilustra. El Sábado Santo el Jefe Superior de Policía, primer mando policial de la plaza, tiene una cita, un convite. Busco y veo vídeos, fotografías y retransmisiones televisivas de ediciones anteriores que complementen la lección. Un lienzo de chaqués, uniformes de gala y corporaciones se despliega ante mí. Ahí está, el uniforme azul marino, singular y presente entre todos. Tarde de Sábado. Teléfono en mano, a la Inspectora de servicio la llamo incontables veces. De ella dependen ese día los servicios policiales en las cofradías. Me confirma que todo está en orden. Se inicia el cortejo.

No puedo evitar confesar que algo de desazón queda. No me fue posible acompañaros en vuestro desfile procesional, errores del novato. Espero que en venidera ocasión pueda ser y que las advocaciones de Madre de Dios de la Palma y María Santísima de Villaviciosa así me lo concedan y os bendigan a todo el censo de hermanos del Santo Entierro. Ha sido un placer y un inmerecido honor.